…”después de dormir plácidamente entre paños suaves y cálidos, escuchando los últimos chasquidos de la fogata más cercana apagándose y el ululato de las aves nocturnas antes de emprender su vuelo, el despertar, con la tenue luz del amanecer filtrándose por tejido de color claro, estampado por las hojas de la vegetación exterior meciéndose con la brisa de la mañana y el olor a café recién hecho, agudiza mis sentidos, vigoriza mi cuerpo y me hace emprender este nuevo día con un profundo agradecimiento por la vida”…
Así o parecido pudo haber descrito su despertar diario Gertrude Bell (1868-1926), “la Reina del Desierto “, que viajó como arqueóloga, diplomática y espía por todo Oriente Medio y escaló montañas en Europa, descubriendo nuevos ascensos a las cimas de los Alpes suizos. O el explorador David Livingstone, médico y misionero, que descubrió y bautizó a las cataratas de Victoria en 1855, recorriendo el continente africano de costa a costa. Sus estancias en tiendas de acampada, acondicionadas al estilo victoriano acorde a su alto estatus social, tenían todas las comodidades de un hotel. Disfrutaban de bañeras portables, cubiertos y vajilla de lujo y muebles decorados. De estas y similares expediciones británicas surge el término de “Glamping”, glamour y camping.
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– imagen cortesía de www.kuntsundfilm.de-
Los orígenes de la tienda de acampada se remontan a toda cultura nómada, tan extendida y antigua como la humanidad misma y aún existente hoy en día en el pueblo esquimal, los tuaregs, tribus americanas y otros.
Y como al rey, lo que al rey pertenece se crearon de esta manera, ya en épocas tempranas, tiendas que se distinguían de las demás: más lujosas, más bellas y ornamentadas, con más comodidades y más seguridad. Así a lo largo de la historia, queda constancia de tiendas para ceremonias otomanas y chinas ataviadas con las mejores alfombras y finísimos tejidos de seda para distinguir sultanes y emperatrices; de auténticos palacios móviles para conquistadores como Gengis Khan, que habitaba una tienda llena de impresionantes bordados y tan enorme y compleja, que no se desmontaba, usando docena y media de bueyes para su transporte;
Tienda de Gengis Khan tirada por bueyes –imagen cortesía de Wikipedia-
y de completas ciudades itinerantes medievales a dos colores con fines militares o sociales, para dejar constancia de poder y grandeza de su dueño. La magníficamente conservada tienda india de Carlos V, expuesta en el Museo del Ejército en Madrid, da una imagen viva de la labor detallista empleada.
Detalle de la tienda india de Carlos V –imagen cortesía de www.greydragon.org-
Transportadas a lomos de caballos y camellos y con necesidad de cientos de personas para su elaboración y posterior montaje; estas obras de arte hicieron su propia conquista en la historia y en el tiempo, abriéndose paso, expandiendo su uso por Turquía, la India y Europa, conservando su magia hasta nuestros días.
“Campo del Paño de Oro”, oleo de Friedrich Bouterwek, muestra el opulento encuentro diplomático entre Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra, cada cual intentando superar al otro en lujos como fuentes emanando vino, torneos, banquetes, fuegos artificiales, tiendas de campaña doradas y otra pintada con la fachada de un palacio.-imagen cortesía de
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